Monday, February 26, 2007

Cursi
Después del último impacto lo primero que hice fue asegurarme de estar vivo. Golpe por acá, otro más allá, giros sin control y por fin la calma, el silencio... ¿La muerte? Eso era lo que tenía que chequear cuanto antes, no por mí, porque de última me sentía mejor que unos segundos atrás cuando todo era un gran simulador de vértigo, como esos de los parques de diversiones, pero si por los demás, por aquellos que están dentro de mi exageradamente pequeño circulo de los que amo.
Si, estaba vivo. Arriba de mi pobre auto lastimado, después de la golpiza que le propinó mi imprudencia idiota. El segundo paso era saber si tenía todo en su lugar, me mire las piernas y allí estaban, donde debían estar. Las moví de inmediato para sacarme de encima ese pánico fantasioso que es imaginar que uno pudo haber quedado paralítico o algo así. Estaba igual de cómo había subido pero con una bronca padre. Ah, casi me olvido, como me pasa siempre con las cosas importantes, el cinturón de seguridad fue clave para no tener que juntar mi materia gris con cucharita de postre (por favor, solo les pido que no dejen pasar por alto este detalle del cinturón, es lo único importante de todo este humilde relato. Gracias).
Mi ángel caído me tiro un salvavidas con forma de suerte y nadie salió fallado de todo este pijazo made in Gastón. Si me tengo que dejar llevar por lo que dice la gente volví a nacer un 17 de febrero de 2007. Pero como nunca lo hice seguiré festejando los cumpleaños cada 28 de marzo.
Un párrafo aparte para mi vehículo. Lo imagino como un Titán de hierro que me abrazo para protegerme de los castigos. El solito se llevó la peor parte, inclusive si hoy giro la llave del tambor va a arrancar como si nada y me va a llevar adonde le pida. Ni un perro adoptado sería tan fiel como mi viejo Regatta. A la única estampita a la que le rezaría seria a la que venga con una imagen de él.
Después de los reproches personales que me hice por preocupar a los habitantes del Ghetto de mi interés, siguió lo clásico, que es imaginar que hubiese pasado si en vez de hacer tal cosa hubiese hecho tal otra. Un gastadero de tiempo al pedo, pero no se puede evitar. Entonces pensé en las copas de más que bebí con mis amigos un rato antes de subirme al auto, y hasta me llegué a preguntar si no fue una burla del que maneja los hilos que yo haya rechazado, de manera muy cortés, eso hay que aclararlo, la propuesta de quedarme en un departamento del centro a dormir porque “vos en ese estado no podes manejar”.
Mi negación se debió fundamentalmente a que el departamento tenía “dueña” y no “dueño” y la verdad que el alcohol no fue lo suficientemente atontador para que no me diera cuenta de las intenciones que tenía la anfitriona para conmigo.
“No te ofendas pero me espera mi cama y además mi tapita con premio esta lejos y no tiene sucursales en Capital”.
La chica me miró con cara de “este no es el tipo que yo conocía” y creo que me dijo algo sobre lo que me perdía o una frase parecida, a la que no le preste demasiada atención porque me interesó más empezar a despedirme de mis camaradas etílicos.
Pasó un rato, pasó el ruido a chapa masticada, pasó el olor a goma quemada y pasó la burocracia de los papeleos propios de un choque automovilístico.
Mientras esperaba la grúa para volverme a casa pensé muchas cosas y varias veces se me cruzó la idea de avisarle a alguien que acababa de estrolarme en una autopista pero preferí no preocupar a nadie y hacerme cargo yo solo de mi estupidez trasnochada.
Un tipo hace lo que siente y termina remolcado pensé. Y que tiene de malo después de todo. Mi bragueta ya no se rifa como antes y mi corazón hace rato que se mudo y atiende en otro lado. Esto me pasa porque ya estoy viejo, pero principalmente porque me volví cursi. Acá el tema era contar una historia sobre como el destino me dejó agarrar la sortija para regalarme otra vuelta en esta calesita mareada que es la vida y de paso darle un changüí a mi vicio de escribir. Pero últimamente tengo muchas goteras y se me filtra una visión bastante empalagosa de las cosas.
Creo que todo lo que sucedió tiene un sentido, el cual es que seria una pena que justo ahora que por fin estoy perdido por una señorita la muerte sea la que me encuentre ¿O no?
Vacaciones
A metros del mar
me di cuenta que la chica que estaba conmigo me gustaba cada vez más
y las chicas que no estaban conmigo me gustaban cada vez menos.
Una mesa
cervezas
un periodista
un fotógrafo
una señorita que no paraba de hablar ni cuando estornudaba
unas extras de mala película clase jota
unas líneas mías en donde el acento de la palabra Gastón era lo único que no me daba vergüenza
y a mi derecha por fin la única persona interesante de sonrisa solar y espalda campeona.
Le dije: “Esto es una mierda. Soy un ladrón”
La muy descarada coincidió conmigo y nos reímos los dos.
El mejor elogio de cualquiera me caía peor que el agravio más ponzoñoso de Ella.
Estaba frito, sin limón
y con el aceite recalentado que sobró de la milanga de anoche.
Arriba las manos
esto es un asalto
y se llevó mi armadura que espantaba modales y sentimientos.
Le di ternura desnudo y me dejo de regalo un horizonte
que vestía sus ropas
y caminaba sus pasos.

Hice sacrificios con pseudónimos para despistar pero mi fama me descubrió y comenzaron los reproches
a los que enmanteque prolijamente para pasármelos por el culo
antes de subir al escenario para celebrar mi corazón último modelo.

Si mi valor me fiara tendría que decirle que es la dueña de todas mis ganas.
No creo que me anime.
O tal vez ya lo hice.
Tendrían que preguntarle a mis huevos o a
Ella.

Punto final