Monday, September 11, 2006

Primera cita
Brindemos por lo imprevisto, se adelantó La Estudiante de Psicología y a ninguno se le ocurrió contradecirla. Leo lo entendió y El gordo V. no. El gordo V. se sentía particularmente bien ese martes a las 7 de la tarde. Lo ponía de muy buen humor estar en el bar con Leo, con quien compartía la mayoría de las horas del día. La Estudiante de Psicología pensó que "ir a tomar un café" sería otra cosa. Solos, una conversación interesante, la seducción haciendo su trabajo y quizás un beso de película, de esos que no dejan baba en la cara. Leo solo quería llegar a las dos cifras en el rubro Compañeras de Trabajo. ¿Sale una fresca a la salida? Latiguillo preferido de El gordo V. Leo no pudo decir que no y era obvio, no hay lugar para otra cosa entre camaradería de ese calibre pero igual se permitió pensar que ese culo no merecía esperar. El Gordo V. lo entendería. Siempre lo entendió.
Por que no desistió cuando se entero que no venía solo pensó Leo mientras La Estudiante de Psicología se preguntó qué mierda será eso de peinar en el box y El Gordo V. contaba entre risotadas las andanzas de un compañero. Leo estaba confiado que después de la segunda se iría, la situación era clara y se iba a dar cuenta que sobraba. Los guiños entre amigos son el mejor invento de la humanidad junto a las puteadas se dijo para él.
La Estudiante de Psicología aborrecía el fútbol pero aceptaba que no tenía ningún motivo para hacerlo, no siendo, claro, conversaciones como la que estaba presenciando en donde, aparentemente, se tiene como intención imponer los propios colores hablando muy fuerte y haciendo referencias constantes a que el otro es un puto o un vigilante.
Después de la tercera El Gordo V. comenzó a brillar. Él mismo se daba cuenta de su gracia y talento para esparcir chismes laborales sobre presuntas encamadas y cosas de ese estilo. Leo comenzó a sospechar que no se iría.
La Estudiante de Psicología no entendía las ideas que tienen los hombres sobre el alcohol pero sabía que algo tienen que ver con el hecho de que vivan menos y mal.
Justo cuando a Leo lo empezaron a calentar unos lunares en el hombro derecho de La Estudiante de Psicología de dudoso buen gusto, lo interrumpió una voz aguda que sonaba estrepitosamente molesta. ¡Que haces desaparecido! ¡Hola Clau! Se apresuró a saludar El Gordo V. y le suplicó con la mirada que lo acompañe a comprar cigarrillos. Claudia entendió perfectamente y solo agregó que se iba porque estaba apurada no sin antes decirle a Leo que se cuide. Leo le dijo que haría todo lo posible y disparó esa sonrisa que le hacía ganar partidos sin la ayuda de nadie más. Las dos sufrieron bajas considerables.
Comenzó el tiempo de Leo. Era un gran charlador, que es muy distinto a ser un charlatán. Tenía bastantes conocimientos académicos pero los mechaba con vulgaridades y chistes absurdos. Se las arreglaba para no aburrir y como que iba conquistando sin querer.
No supo como llegaron la cuarta y la quinta pero ya había seis sobre la mesa. Una por la mitad. A La Estudiante de Psicología le gustaba cada vez más pero solo miradas sugerentes, ni siquiera seguirla al baño. El Gordo V. seguía en la suya, pero a esa altura se le hacía difícil pronunciar las vocales.
Demasiado para una primera cita pensó La Estudiante de Psicología. Saludó con su mejor cara de afiche, beso en la mejilla por dos con un agregado para Leo: Gracias por el café.
El gordo V. sintió que había cagado la fruta. Eso le recordó algo y se tiró un pedo. Pensé que no se iba más, dijo leo. Vació su vaso y pidió otra.

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