Thursday, March 01, 2007

Chocolates chocolates y chocolates
Nunca me alcanza la plata, será porque no se hacer bien los deberes o porque directamente no los hago. La cosa es que mi amigo Bruno siempre me tira un centro a la olla para ganarme unos morlacos adicionales. Se tratan de encuestas pagas en donde uno tiene que responder preguntas sin sentido y básicamente mentir, o sea, lo más parecido a una entrevista de trabajo. Así que por cincuenta mangos me convierto en otra persona con el mismo nombre. Paso a ser un profesor de Educación Física (¿Justo yo?), que toma mucha gaseosa y bebidas energizantes y aguas saborizadas y todos inventos siniestros del mismo estilo, y principalmente que come mucho chocolate, pero mucho.
Llego al lugar de la cita y no me gustó la chica que me recibió y note que a ella tampoco le guste. Sospecho que no doy con el típico consumidor de chocolates y se dio cuenta.
Me entregó con recelo una planilla para completar y las preguntas eran increíblemente absurdas. “¿Cuantas veces por semana consume gaseosas Light?” “¿Cuantas veces por semana consume helados de chocolate?“ “¿Cuantas veces por semana se pega un raquetazo de milonga?” Bueno, la última es mentira, pero todas preguntas sobre mis hábitos y costumbres, que si hubiese sido sincero tendría que haber llenado todos los casilleros de NO, pero como yo estaba para otra cosa tuve que responder SI a todo.
Me hicieron pasar a una oficina con siete tipos más y empezaron las preguntas sobre chocolates, y la verdad que si hay algo de lo que no se en mi vida es de logaritmos y chocolates, porque lo mío es sin dudas meterme otra cosa en el cuerpo. En este tramo del viaje comenzó mi sorpresa. Estas personas hablaban con PASIÓN sobre chocolates, sabían todas las clases y tamaños, sus procesos de producción, precio al público, años en el mercado y hasta el color de cada envoltorio y a eso sumale modos amanerados para hablar, todos preocupados por caer simpático, por parecer ingenioso, por destacarse… ahora quizás comprenda mi desmesurada suerte con las señoritas porque si este es un catalogo de hombres yo tampoco dudaría en elegirme a mi para llevarme a la cama (ahora solo faltaba entender porque ellas no tenían suerte conmigo). Pero este hallazgo no fue demasiado importante. Mi preocupación era otra. No podía hacer otra cosa que no fuese pensar en ese espejo grande que había en aquella habitación. Estaba seguro que nos estaban filmando, que había una pieza contigua con una cámara y un equipo de señores en traje estudiando nuestras opiniones…y ahí estaba el problema porque ya había pasado cuarenta minutos y yo sin emitir sonido alguno, ni siquiera un pedo insolente o un eructo con vocación. Hasta que la dama que presidía el interrogatorio me clavó los ojos y me dijo: Gastón ¿Que buscas en un chocolate? DANGER. ¡Que se yo que busco en un chocolate! ¡Si ni siquiera me gustan! Pero tenía que decir algo rápido, y por esas casualidades con causa me acorde que alguna vez leí por ahí que comer chocolate a uno lo hace feliz. Así que solo pude decir: FELICIDAD, CUANDO COMO UN CHOCOLATE QUIERO SENTIR FELICIDAD… COMO UN BESO, O ALGO ASÍ….silencio incomodo. Hice un paneo por las caras de estos tipos tiernos y todos me miraron como quien ve un leproso tocando la guitarra. La tipa me miró un rato más y empezó a reírse y a tomar notas con ganas…uff, otra vez me salvó la literatura pensé y volví a mirar ese espejo hijo de puta.
Antes de las dos horas nos dejaron libres pero antes nos dieron una bolsa llena de… ¡Chocolates! Serian dos kilos de cosas marrones y dulces y la verdad que pensé en decirle, no gracias, pero había prometido llevar a la oficina algunos bocaditos. Con la guita en el bolsillo me di cuenta que estaba cerca de una galería de Flores en donde venden remeras que me gustan, así que en menos de quince minutos troqué mis mentiras por un pedazo de tela con inscripciones obscenas. Eso me puso de buen humor y me dieron ganas de decirle a una mujer que era hermosa, más no sea por celular, y hacerlo me puso mejor todavía porque nunca lo diría sino fuera cierto. La existencia de una mujer hermosa siempre es una bendición, aunque este muy lejos o sea la novia de tu padre o el mismismo diablo…es un precio caro pero vale cada moneda.
Llegue a la estación y un racimo de oscarcitos andaban cirujeando bastante divertidos, se las arreglaban para mojarle la oreja a la miseria y eso esta más que bien. Quizás los chocolates funcionen como propina pensé, así que les regale toda la choco – mercancía. Uff, las risas de esos pibes me inflaban la alegría a baldazos mientras trataba de hacerles entender que no tenían que darme las gracias, que el que estaba en deuda para siempre con ellos era yo, porque verlos contentos fue lo mejor de mi día. Me despedi de mis sobrinos de turno y al poco rato de subir al tren pensé: Ya tienen los chocolates… ¿Pero quien se encarga de los mimos? En ese momento Dios se hizo el pelotudo y para salir del paso salvó a una vieja distraída de ser atropellada en Nazca.

FIN (por suerte ¿no?)

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