Thursday, March 01, 2007

Amor
"Mi cabeza ya era una procesión vikinga, agarré a un amigo y le dije: No llego ni al bondi, sacame de acá..." En eso entra El turco. Se acerca. Me mira como quien hecha la última ojeada antes de tirar la cadena y se fuma el último trago de mi vaso.
Nunca suelo cocorear gratis, pero El turco se sentía particularmente fuerte esa noche. Erré el primer intento. Fue demasiada ventaja.
Él no perdonó y mi cuerpo provocó una estampida de sillas... desparramado en el piso logré respirar. Unas luces amarillentas ensayaban una coreografía maldita en el techo y se empecinaban en desvanecer los rostros curiosos.
La ayuda no tardó en llegar, me pusieron de pie, pero mi dignidad quedó en el piso bailando en un charco de sangre. Es increíble como las circunstancias se alegran al recordarme que aún no existe juego en el que pueda salir hecho.
De un brazo me llevaron a la calle. Un cuida coches contaba monedas pero mi presencia le pareció más interesante. Me insultó la manera en que su vista tiró el ancla en mí. Seguro mi boca debía ser un espectáculo digno de ver. El aire fresco me trajo la figura de mi maestra de tercer grado. Quise estar en cama enfermo.
Uno de ochenta por favor y agradecí a Dios que el chofer haya entendido y no tuviera que repetirlo. Los vidrios no hacían más que seguir empañando la noche mientras mi cuerpo trataba de acomodarse. No me salía ni rascarme pero reconocí aquellas rejas de un negro oxidado que alguna vez brilló. ¿Tenía el suficiente valor para bajarme? ¿Cómo hacer para que este colectivo del infierno detenga su marcha? ¿De dónde sacar las palabras que le digan que ya no vivo?
En una mala película el protagonista hubiera bajado y después del timbre ella le diría que lo estaba esperando y la cama y los veladores y las botas y las fotos serían testigos del mejor sexo que la humanidad haya experimentado jamás entre un hombre y una mujer. Pero esto era otra puta cosa.

* Homenaje a un viejo tema, muy viejo ya.

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